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No todos los navegadores interpretan del mismo modo el código HTML, CSS y JavaScript. Esto provoca que a veces una página web se vea muy bien en uno, pero presente errores en otro. Para elegir, es importante saber qué se ajusta a tus necesidades cotidianas. Además, la mayor parte de la gente realiza compras en línea, inicia sesión en servicios bancarios o descarga archivos de sitios que podrían no ser del todo fiables. De ahí que la seguridad y la privacidad sean factores que no debemos dejar en segundo plano.
Hay quienes valoran la rapidez por encima de todo. Si tu objetivo principal es que las páginas abran rápido, querrás un navegador que haga uso eficiente de la caché, que cargue contenido de forma progresiva y que integre mecanismos de compresión para reducir el consumo de datos. También influye el hecho de cuán optimizado esté el software para distintos dispositivos y sistemas operativos.
Hay navegadores que utilizan sandboxing, una técnica que aísla cada pestaña y ventana para evitar que, si una se ve comprometida, se extienda el daño a otras partes. Otros implementan sistemas nativos de bloqueo de rastreadores o notificaciones que alertan cuando accedemos a sitios fraudulentos.
Un tema no menor es la privacidad, que se relaciona estrechamente con la seguridad. Numerosos navegadores ofrecen la posibilidad de abrir ventanas de incógnito o privadas, bloqueando cookies de terceros y dificultando el seguimiento publicitario. Aun así, no todos manejan la privacidad de igual forma. En algunos casos, solo se limita el historial de navegación almacenado localmente en tu equipo, mientras que otros también bloquean scripts de rastreo o, al menos, te permiten instalar extensiones para esa tarea.
Incluso la frecuencia de actualizaciones influye directamente en la seguridad. Un navegador que reciba parches constantes, especialmente cuando se descubren vulnerabilidades, te brinda más garantías para navegar. Si las correcciones tardan en llegar, es posible quedar expuesto a exploits que, a lo mejor, en otro navegador ya han sido solucionados. Por eso, conviene poner atención a la política de actualizaciones y al historial de respuestas ante amenazas que haya exhibido un determinado software de navegación.
La rapidez de un navegador web no se mide únicamente en la cantidad de segundos que tarda en abrir un sitio. Hay varios test diseñados para poner a prueba sus motores de renderizado y la forma en que interpretan el código JavaScript y CSS. Algunos navegadores se caracterizan por abrir muy rápido, pero no siempre mantienen la misma consistencia cuando se abren diez pestañas simultáneas. Otros, en cambio, inician con cierta lentitud pero ofrecen un rendimiento más estable durante largas jornadas de trabajo.
Un navegador te parecerá mucho más ligero porque tu PC o tu teléfono lo aprovechan mejor, ya sea por una buena optimización o porque su consumo de RAM es menor que el de otros competidores. No hay que olvidar que mientras más pestañas tenemos abiertas y más extensiones instalamos, aumentan las probabilidades de ralentización.
Otro factor para la rapidez es la compatibilidad con las últimas tecnologías web. Es muy común que un sitio moderno use librerías de JavaScript bastante pesadas para ofrecer funciones interactivas. Si tu navegador no está al día con los estándares, puede experimentar fallos o simplemente tardar más en procesar el contenido. Por eso, la rapidez va de la mano con la actualización constante y con la optimización continua por parte de sus desarrolladores.
Cada uno ofrece fortalezas y debilidades distintas. Al final, serás tú quien decida si prefieres un navegador minimalista, uno con protección de privacidad extrema o uno que te deje instalar más extensiones. Aunque varios comparten características similares, tienen diferencias que pueden ser importantes para ciertos usuarios.
Chrome es bastante conocido por su fuerte integración con numerosas herramientas en línea y un extenso ecosistema de extensiones que cubren desde bloqueo de anuncios hasta asistentes de productividad. Se suele decir que es uno de los navegadores más rápidos para iniciar y para cargar sitios web muy gráficos, sobre todo si cuentas con un buen equipo. Sin embargo, algunos usuarios alegan que consume muchos recursos de memoria cuando se tienen muchas pestañas abiertas.
En materia de seguridad, Chrome cuenta con actualizaciones frecuentes, un buen sistema de aislamiento de procesos y avisos efectivos cuando el usuario visita sitios potencialmente peligrosos. También soporta el uso de perfiles múltiples, lo que es útil si quieres separar el trabajo y la vida personal en un mismo dispositivo. Eso sí, su configuración de privacidad no siempre es la más sencilla de ajustar, ya que puede requerir desactivar o activar manualmente ciertas opciones de seguimiento.
Firefox es un navegador muy flexible para personalizar, y destaca por ser uno de los primeros en apostar fuertemente por la privacidad. Dispone de una colección propia de complementos (add-ons) que abarcan desde gestores de contraseñas hasta herramientas para desarrolladores. Tiene un motor moderno que ha ido mejorando su rapidez de forma significativa, convirtiéndolo en una opción atractiva para quienes abren múltiples pestañas.
En lo referente a seguridad, integra medidas de protección como el bloqueo de rastreadores y un modo estricto de privacidad. Firefox fue de los pioneros en promover la neutralidad de la red y la defensa de la libertad de los usuarios, por lo que su reputación en la comunidad tiende a ser muy positiva. Aunque no llega a los niveles de consumo de memoria de otros navegadores, a veces puede tardar un poco más en iniciar, sobre todo si le has instalado demasiados complementos.
Safari es bastante popular entre usuarios que prefieren un ecosistema muy específico, pues aprovecha al máximo la integración con determinados dispositivos y sistemas. Su rendimiento es notable cuando se navega en sitios con contenido multimedia, ya que está diseñado para aprovechar funciones de hardware de manera eficiente. Se dice que su interfaz es minimalista y que muchas de sus funciones vienen preconfiguradas, lo que lo convierte en una alternativa sencilla para personas que no quieren complicarse.
En temas de seguridad, se beneficia de actualizaciones centradas en el cifrado y en la protección contra la ingeniería social. Tiene un sistema de bloqueo de rastreadores que filtra la mayoría de los scripts maliciosos, aunque su compatibilidad con ciertas herramientas de terceros puede no ser tan amplia como en otros navegadores. Algo a tener en cuenta es que en ocasiones hay sitios específicos que pueden tener ligeras incompatibilidades, dado que su motor de renderizado maneja algunas funciones de manera diferente a la competencia.
Edge es visto como la evolución de un navegador anterior con amplia trayectoria. En sus últimas versiones, pasó a utilizar el mismo motor de renderizado que la mayoría de navegadores modernos, lo cual le da una rapidez y compatibilidad muy competentes con la mayoría de sitios. También te permite acceder a un catálogo considerable de extensiones, aunque en la práctica mucha gente no lo explora con tanta frecuencia como otras opciones.
En lo que respecta a seguridad, Edge ha introducido mejoras relacionadas con la prevención de rastreo y la protección contra descargas peligrosas. Al igual que otros navegadores, cuenta con actualizaciones regulares y un modo de navegación privada. Si estás acostumbrado a ciertos dispositivos o sistemas, puede resultarte muy cómodo por su integración con algunos elementos predeterminados. Con todo, es un navegador que ha mejorado muchísimo en los últimos tiempos, especialmente su interfaz y rendimiento.
Opera ha sido un navegador con un largo historial de innovación, teniendo la fama de ser pionero en la adopción de funciones que después se ponen de moda en el resto. Una de sus señas distintivas es incluir una VPN integrada (aunque no es la más robusta del mundo), además de contar con un bloqueador de anuncios incorporado. Para quienes buscan rapidez, Opera ofrece un modo “Turbo” que comprime datos y acelera la carga en conexiones lentas.
En términos de seguridad, el bloqueo de rastreadores y sitios peligrosos también está incorporado, junto con otras herramientas que pueden ser de utilidad si no quieres instalar extensiones adicionales. Muchos usuarios valoran la barra lateral con accesos directos a mensajería y redes, lo que facilita la multitarea. No obstante, si necesitas un altísimo nivel de personalización, quizás debas explorar un poco en sus opciones o en su tienda de complementos.
Brave nació con el objetivo de poner la privacidad en primer plano, bloqueando rastreadores y anuncios de forma predeterminada. Esto lo convierte en un navegador web que promete una rapidez mayor en la carga de páginas, ya que al no descargar ciertos scripts publicitarios, los sitios se renderizan más velozmente. A la vez, ofrece un sistema de recompensas opcional, aunque no profundizaremos en ello para no distraernos del tema principal.
Algunos ven a Brave como una opción “privada por defecto”, lo cual reduce la necesidad de extensiones de terceros para salvaguardar tus datos. Aun así, es bueno revisar a fondo su configuración, pues no todas sus características se adecuan a cualquier usuario. En lo referente a seguridad, además de sus bloqueos, también se actualiza con relativa frecuencia y tiene su propio motor de sincronización entre distintos dispositivos.
Tor es la alternativa a la que muchos recurren cuando desean un anonimato más robusto al navegar. Se basa en redirigir tu tráfico a través de una serie de nodos, lo que complica que terceros rastreen tu ubicación o tus hábitos de navegación. Por ello, se utiliza principalmente en contextos donde la privacidad es crucial, aunque su rapidez de carga no es la mejor debido a los múltiples saltos que hace tu conexión.
Si tu prioridad es la seguridad y el anonimato, Tor es de las primeras opciones que podrían venirte a la mente. No obstante, para un uso diario puede que sea excesivo, en especial si lo que buscas es algo más fluido para ver videos, redes sociales o aplicaciones web pesadas. Sumado a esto, puede presentar pequeños inconvenientes en ciertos sitios que no suelen llevarse bien con su sistema, generando bloqueos o captchas constantes.
Un buen punto de partida es mantener tu navegador web siempre actualizado, pues así se corrigen agujeros de seguridad y se optimiza la rapidez. Del mismo modo, revisar tus extensiones periódicamente te permitirá evitar sobrecargas innecesarias. Es tentador instalar decenas de add-ons para cada tarea, pero mientras más tengas, mayor será el riesgo de ralentización o filtración de datos.
También conviene prestar atención a las contraseñas y datos que guardas localmente. Muchos navegadores tienen gestores que encriptan esta información, pero no es mala idea usar contraseñas seguras y cambiarlas cada cierto tiempo. Asimismo, limpiar la caché y las cookies cuando notes que algo no funciona bien puede resolver problemas de visualización y lentitud. Aunque suene simple, cerrar pestañas que no estás usando reduce el consumo de RAM y hace que todo vaya más ágil.
Además, si tus requisitos de privacidad son altos, te vendrá bien instalar extensiones que bloqueen rastreadores, ventanas emergentes o scripts sospechosos, siempre que tu navegador favorito no cuente con ese tipo de funciones de forma nativa. En cuanto a la seguridad, no olvides que el sentido común sigue siendo una barrera esencial: evitar hacer clic en enlaces que no inspiran confianza o descargar archivos de sitios dudosos te ahorra muchos dolores de cabeza.
Cada navegador web tiene una arquitectura que define cómo reparte los procesos entre las pestañas y cómo interactúa con el sistema operativo. Algunos navegadores corren cada pestaña como un proceso independiente, lo que puede mejorar la estabilidad: si un sitio falla, no se cae todo el programa. Otros prefieren agrupar pestañas en un solo proceso o en unos pocos, sacrificando estabilidad a cambio de menor consumo de memoria. Es un delicado equilibrio entre rendimiento y eficiencia de recursos.
Esa arquitectura interna también incide en la forma en que se maneja la memoria caché y se descargan los elementos de la web. Navegadores modernos buscan anticiparse al contenido que vas a visitar para cargar parte de la información con tiempo, aprovechando algoritmos predictivos. Sin embargo, esto también puede implicar mayor uso de recursos si no se controla adecuadamente. Por esta razón, un mismo navegador puede sentirse muy rápido en un equipo con bastante RAM y algo más lento en otro más modesto.
La arquitectura influye, de igual manera, en la seguridad. Si el navegador está divido en varios procesos, la técnica de sandboxing resulta más efectiva. Esta técnica consiste en aislar cada proceso, de forma que, si uno se ve afectado por código malicioso, no corrompa todo el sistema. Varios navegadores han adoptado esta práctica, aunque con diferentes enfoques. En un escenario ideal, el proceso que rinde la página web no tendría acceso a información sensible del resto del sistema.
Un navegador que no recibe actualizaciones constantes se vuelve obsoleto rápidamente, tanto en rendimiento como en protección contra nuevas amenazas. Los exploits evolucionan a gran velocidad, y un equipo de desarrollo que se demore en lanzar parches puede poner en riesgo a sus usuarios. Por ello, conviene mirar con atención la frecuencia con que se publican las nuevas versiones.
En este aspecto, la mayoría de navegadores más populares se han movido hacia ciclos de actualización cada pocas semanas, donde corrigen errores, agregan funciones y mejoran la compatibilidad con estándares web. Muchos, de hecho, se actualizan de forma silenciosa sin que el usuario tenga que intervenir. Otros, en cambio, necesitan un reinicio manual o pedirte permiso para proceder.
Aunque la seguridad es importante, muchos usuarios están igual de preocupados por la privacidad, es decir, por el manejo que hace el navegador de nuestra información y la forma en que la comparte con terceros. Algunas opciones recogen ciertos datos de navegación con fines de mejora del servicio, pero dan la posibilidad de desactivarlos. Otras, en cambio, se basan en un modelo que respeta al máximo la confidencialidad de tus hábitos.
Actualmente, se habla mucho del fingerprinting, que consiste en obtener una “huella digital” de tu navegador mediante la combinación de características únicas del sistema (resolución de pantalla, plugins instalados, idioma, etc.). Algunos navegadores modernos implementan contramedidas para reducir ese riesgo, ajustando automáticamente la forma en que se muestran esos datos o bloqueando scripts con fines de identificación. Sin embargo, ningún sistema es infalible. Si tu meta es un anonimato extremo, lo mejor es usar herramientas muy especializadas, teniendo en cuenta la posible merma en el rendimiento.
En gran medida, la popularidad de cada navegador web descansa en el soporte que brinda a extensiones y complementos. Estas pequeñas herramientas añaden funcionalidades adicionales como bloqueo de anuncios, integración con redes sociales, correctores ortográficos, gestores de tareas o incluso temas para cambiar la apariencia. Sin embargo, algunas extensiones pueden incluir código malicioso, filtrar tus datos o ralentizar la rapidez del sistema.
Prácticamente todos los navegadores ofrecen un modo privado o de incógnito que promete no almacenar tu historial, cookies o datos de formularios al cierre de la sesión. Esto es útil si compartes el dispositivo con otras personas y no quieres que queden rastros de tus actividades. Sin embargo, conviene aclarar que este modo no te convierte en anónimo ante tu proveedor de Internet o ante las páginas que visitas.
El modo incógnito básicamente evita el registro local de tus pasos en el navegador, pero no cifra tu tráfico ni oculta tu dirección IP de los sitios a los que accedes. Para eso, habría que recurrir a otros métodos más complejos. Aun así, el modo privado cumple muy bien con su cometido de limpiar todo al cerrar la ventana, impidiendo que otras personas vean, por ejemplo, tus contraseñas o qué sitios consultaste.
En términos de seguridad, no hay una gran diferencia entre navegar con o sin modo privado, salvo que algunas extensiones se desactivan si así lo configuras, reduciendo la superficie de ataque. Pero no creas que usar incógnito te hace inmune a virus o malware; sigues siendo vulnerable a enlaces maliciosos o descargas poco fiables. Por lo tanto, sigue siendo esencial mantener las precauciones habituales.
La experiencia con un navegador web depende en gran medida de la combinación de hardware y sistema operativo en tu dispositivo. Un equipo con poca memoria RAM se beneficiará de un navegador que maneje de forma eficiente los recursos. De igual forma, si tu procesador es limitado, es preferible usar un navegador liviano que abra rápido y funcione fluido en lugar de uno que destaque por su alto consumo de CPU.
Tener un disco duro casi lleno o fragmentado, múltiples aplicaciones ejecutándose en segundo plano o un antivirus excesivamente intrusivo puede afectar negativamente la velocidad de cualquier navegador.